Hace días que al despertar me cuesta más de un minuto darme cuenta dónde estoy, qué día es, cuál es mi realidad. Y aunque un minuto parezca fugaz en esta cotidianeidad visual espasmódica en la que vivimos, no lo es. 60 segundos es mucho para caer en cuenta de mi contexto. Demasido. Preocupante.
Es que vivo en varios lugares a la vez. Tengo muchos cajones, donde saco y guardo cosas, pero siempre quedan abiertos. Tengo muchas camas, tantas como sábanas arrugué en cálidas o ardientes noches.
Tengo un mundo paralelo en mis sueños que me permite sentir. Tengo aromas que me persiguen no dejándome olvidar.
Lugares que me chocan los pasos haciéndome recordar. Melodías que me hacen sangrar...
Tengo todo eso que colabora a mi descalabro existencial que empecé a querer, porque me encontré conmigo....otra vez. Siempre fui esto, aunque en tiempos pasados haya intentado jugar a la casita siguiendo las normas del establishment social, que terminó arruinando eso que era y aquello que podía llegar a ser. Y no fué. Y no será-
Yo y mi descolocación espacio temporal.
Yo, con todo eso.
Yo, SIN eso.
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