Esa rayuela que pintábamos en las veredas de chicos con tizas de muchos colores o con un simple ladrillo juntado en la calle, a veces con un largo camino lleno de difíciles obstáculos o a veces corto pero con demasiados jugadores se convierte en lo que vendrá después. La vida se transforma en esa rayuela, subiendo y bajando de números, con puntería o con una simplemente pésima, llegando al cielo rápidamente o no haciéndolo nunca, jugando en la soledad de una tarde triste o compitiendo fervorosamente contra cualquiera. A veces la tiza se desvanece con una lluvia pasajera pero que parece durar años y al día siguiente volvemos a pintar con esmero, sabiendo que mañana puede irse nuevamente, pero con ganas de seguir jugando sin importar las circunstancias ni lo que vendrá y con las ilusiones intactas.
Manos sucias, gastadas, con trazo impreciso, y cansadas…….. Quiero seguir dibujando aunque a veces las manos no me den más….
“Era siempre yo y mi vida, yo con mi vida frente a la vida de los otros… caminando por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangra en su circuito ciego.” (Julio Cortázar, Rayuela)