17 enero 2011

Para: Mr. B. De: La Adminitración.

Mr B. you are full of bullshits man! La vida sigue, la vida que te acompaña, un nuevo día…. dejate de joder hermano!!!!

Admití!

Admití que la papelera de reciclaje que se te ancló al pecho hace un tiempo no te la vacía nadie!

Odio tu optimismo. Odio tus palabras. Sufrí. Hacete hombre.

El amor llega por causas extrañas, y se va en la cruel realidad. Nunca concuerda. Y por eso duele.

SO, DEAL WITH IT!

16 enero 2011

Diario del Señor Brookshire IV

El mundo seguía funcionando.


Los bancos abrían a la misma hora. Los precios subían. Los niños crecían. El reloj caminaba.


Los mates, el sol, el humo, las charlas, las tardes, las noches…


Todo acontecía igual. Sin parar. Una y otra vez. La lógica del cosmos no se detiene ante nada.


Brookshire contempló esa magia. La estremecedora continuación del todo a pesar de….


Sonrió.

Estaba vivo.

Sonrió.


Estaba vivo a pesar de….y que hermoso era.

07 enero 2011

Diario del Señor Brookshire III

Él sabía que la vida ya no sería la misma. Pero sería. Y a fin de cuentas, eso era lo mágico, lo inevitable, lo tentador.


Imágenes, palabras, situaciones, estímulos constantes le seguían las huellas de los pies descalzos. Era casi morbosamente perfecto que esa vida que se iba, estuviera tan presente. Era lo esperable, lo lógico diríamos.


De cierta manera extraña, lo reconfortaba. Alivianaba la entrada de esta nueva existencia que se aproximaba despacio, silbando bajito.


Eran dos intentando abrirse camino.






Aunque en realidad….era él solo.

Diario del Señor Brookshire II

El desconcierto era el rey. Las fuerzas eran cada vez menores para remar un lago ya seco.


Ni las palabras más puras arrancadas de la raíz misma del ser, esas que sólo salen cuando de repente se contempla la vida en un pestañeo, parecían funcionar.


Otra pipa encendería, y se dedicaría a tratar de subsistir.


Suspiró-




Un día más había transcurrido. Bendito sea.

Diario del Señor Brookshire I

Mr. Brookshire sabía que la vida ya no sería la misma.


El crujido de la mecedora que siempre lo adormecía había perdido su efecto. Ingresó a la casa, encendió su pipa, miró alrededor.


Ya nada sería lo mismo.


Con calor en sus labios y frio en su interior, decidió que era hora de seguir.