En mi vida tuve 4 mascotas, todas ya difuntas, solo una perduro hasta la adolescencia.
El primero fue Felipe, un bretón que estaba terriblemente del cráneo. Llego un día de sorpresa, mi tío habia comprado dos cachorritos, el de él aún vive, el mío vaya uno a saber. La cosa fue que el perro estaba loquísimo, tenía un exceso de energía importante, y sus corridas por el escaso patio ya comenzaban a asustarnos. Empezaba a correr en círculos y tomaba tanta velocidad que la tierra que levantaba ya no nos dejaba verlo, así que llegaba un punto en que no sabíamos si era el perro o si era una especie de fenómenos místico que gestaba un hoyo en el jardín y de repente apareceríamos en China. Así fue que corrida va corrida viene (siempre incrementando la velocidad) mi madre un día decidió que el pobre animal debía irse al campo, donde podría correr todo lo que se le cantara, y sentada en el asador con mis escasos años vi como se lo llevaban. Nunca mas supimos de el, yo creo que se emocionó tanto al ver el campo que corrió corrió y corrió, hizo el hueco y llegó a China. Brindo por Felipe que seguro esta tomando Sake y practicando Origami!
La segunda fue Luisina, nombre que se debió a Luisina Brando no recuerdo porque, una Caniche a la cual mis padres compraron porque yo quería el mismo perro que la protagonista de Grande Pá (...)
Nuevamente un perro trastornado en mi familia. Luisina era histérica, temblaba tanto que pensábamos que iba a explotar. En un principio nos llevábamos bien, patinábamos juntas y esas cosas que suelen hacer los niños con sus mascotas, después todo se fue a la mierda y Luisina nunca volvió a ser la misma. Esta no corría, pero saltaba tapiales, era increíble, la perra tomaba distancia y saltaba. Y teniendo en cuenta el diminuto tamaño de un Caniche Toy era muy gracioso, el pobre vecino no entendía nada, quizás pensaba que la revoleábamos nosotros. Pasó el tiempo, y ya nadie aguantaba a la perra, y no es que somos seres con poco amor hacia los animales, la perra estaba fuckin loca en serio, ya mordía a cualquiera que entrara a la casa y bueno con la posterior mudanza mi madre nuevamente regalo a la mascota. Seguramente a Luisina la hicieron tener crías muchas veces y se hicieron la plata vendiendo sus cachorros y con ella Luisina consiguió que le compraran muchos tapiales de colores y formas ergonómicas para saltar y saltar. Salud por Luisina!
El tercero fue Felipe, pero esta vez no en forma de perro sino en forma de pez. Obviamente el nombre fue en memoria de aquel Bretón maratonista de años atrás. Felipe era un pez feliz, vivía solo en su pecera con piedras coloridas y dormía en mi habitación. Era de esos naranjintas, bien comunes, a los que cualquier temperatura de agua les viene bien. Defecaba mucho, pero nos llevábamos bien. Fin de semana largo, viaje no se adonde, regreso en un día feriado, no había comida para Felipe II, todo cerrado por ende no se podía ir a comprar, le tiró unas migas de pan, Felipe explotó. En películas había visto que había que enviarlo por el inodoro, porque los peces no se entierran. Eso hice. Con una lágrima y un poco mas de agua así despedimos a Felipe II. Salud con burbujas!
Pasó un tiempo largo, hasta que en la casa tuvimos mascota nuevamente. Una tarde visitamos la exposición rural. Y allí estaban, dentro de una cerca, unos muy comibles cachorros de Pastor Inglés a los cuales quise de inmediato para mi. Lloré un poco patalee y recurrí a técnicas inexplicables para que fuera mío. Y así fue. Una noche de invierno fuimos hasta la casa de la dueña y ahí elegí a Celeste, a la cual nombramos así porque tenía un ojo celeste y otro marrón. El dueño me dijo que no, que a esa se la quedaba el por el defecto en el color de los ojos. Pero yo la quería a ella, y se vino con nosotros. Fue mi mejor mascota. La única sin problemas psicológicos. Esas perras que son cariñosas, graciosas, guardianas, inteligentes, todo junto. Era como el perro de Daniel el terrible, igualita. Aún me parece verla durmiendo dentro de mis pantuflas de cachorra. A los 6 años se descompuso, el veterinario nuevo dijo, que el anterior no le había colocado todas las vacunas y se enfermó de hepatitis. Ya estaba avanzada y se nos fue Celeste. Sufrimos mucho. Al veterinario inepto aún lo estoy localizando....
Y es así que hasta el día de hoy estoy sin mascota.... sólo convive con nostros la lora australiana de mi mamá a la cual bautizó Cielo porque tiene un par de plumas celestes, que no habla pero silba un poco, es bonita, pero según mi opinión decorativa. Aunque debo admitir que cierto aprecio le tengo.
El primero fue Felipe, un bretón que estaba terriblemente del cráneo. Llego un día de sorpresa, mi tío habia comprado dos cachorritos, el de él aún vive, el mío vaya uno a saber. La cosa fue que el perro estaba loquísimo, tenía un exceso de energía importante, y sus corridas por el escaso patio ya comenzaban a asustarnos. Empezaba a correr en círculos y tomaba tanta velocidad que la tierra que levantaba ya no nos dejaba verlo, así que llegaba un punto en que no sabíamos si era el perro o si era una especie de fenómenos místico que gestaba un hoyo en el jardín y de repente apareceríamos en China. Así fue que corrida va corrida viene (siempre incrementando la velocidad) mi madre un día decidió que el pobre animal debía irse al campo, donde podría correr todo lo que se le cantara, y sentada en el asador con mis escasos años vi como se lo llevaban. Nunca mas supimos de el, yo creo que se emocionó tanto al ver el campo que corrió corrió y corrió, hizo el hueco y llegó a China. Brindo por Felipe que seguro esta tomando Sake y practicando Origami!
La segunda fue Luisina, nombre que se debió a Luisina Brando no recuerdo porque, una Caniche a la cual mis padres compraron porque yo quería el mismo perro que la protagonista de Grande Pá (...)
Nuevamente un perro trastornado en mi familia. Luisina era histérica, temblaba tanto que pensábamos que iba a explotar. En un principio nos llevábamos bien, patinábamos juntas y esas cosas que suelen hacer los niños con sus mascotas, después todo se fue a la mierda y Luisina nunca volvió a ser la misma. Esta no corría, pero saltaba tapiales, era increíble, la perra tomaba distancia y saltaba. Y teniendo en cuenta el diminuto tamaño de un Caniche Toy era muy gracioso, el pobre vecino no entendía nada, quizás pensaba que la revoleábamos nosotros. Pasó el tiempo, y ya nadie aguantaba a la perra, y no es que somos seres con poco amor hacia los animales, la perra estaba fuckin loca en serio, ya mordía a cualquiera que entrara a la casa y bueno con la posterior mudanza mi madre nuevamente regalo a la mascota. Seguramente a Luisina la hicieron tener crías muchas veces y se hicieron la plata vendiendo sus cachorros y con ella Luisina consiguió que le compraran muchos tapiales de colores y formas ergonómicas para saltar y saltar. Salud por Luisina!
El tercero fue Felipe, pero esta vez no en forma de perro sino en forma de pez. Obviamente el nombre fue en memoria de aquel Bretón maratonista de años atrás. Felipe era un pez feliz, vivía solo en su pecera con piedras coloridas y dormía en mi habitación. Era de esos naranjintas, bien comunes, a los que cualquier temperatura de agua les viene bien. Defecaba mucho, pero nos llevábamos bien. Fin de semana largo, viaje no se adonde, regreso en un día feriado, no había comida para Felipe II, todo cerrado por ende no se podía ir a comprar, le tiró unas migas de pan, Felipe explotó. En películas había visto que había que enviarlo por el inodoro, porque los peces no se entierran. Eso hice. Con una lágrima y un poco mas de agua así despedimos a Felipe II. Salud con burbujas!
Pasó un tiempo largo, hasta que en la casa tuvimos mascota nuevamente. Una tarde visitamos la exposición rural. Y allí estaban, dentro de una cerca, unos muy comibles cachorros de Pastor Inglés a los cuales quise de inmediato para mi. Lloré un poco patalee y recurrí a técnicas inexplicables para que fuera mío. Y así fue. Una noche de invierno fuimos hasta la casa de la dueña y ahí elegí a Celeste, a la cual nombramos así porque tenía un ojo celeste y otro marrón. El dueño me dijo que no, que a esa se la quedaba el por el defecto en el color de los ojos. Pero yo la quería a ella, y se vino con nosotros. Fue mi mejor mascota. La única sin problemas psicológicos. Esas perras que son cariñosas, graciosas, guardianas, inteligentes, todo junto. Era como el perro de Daniel el terrible, igualita. Aún me parece verla durmiendo dentro de mis pantuflas de cachorra. A los 6 años se descompuso, el veterinario nuevo dijo, que el anterior no le había colocado todas las vacunas y se enfermó de hepatitis. Ya estaba avanzada y se nos fue Celeste. Sufrimos mucho. Al veterinario inepto aún lo estoy localizando....
Y es así que hasta el día de hoy estoy sin mascota.... sólo convive con nostros la lora australiana de mi mamá a la cual bautizó Cielo porque tiene un par de plumas celestes, que no habla pero silba un poco, es bonita, pero según mi opinión decorativa. Aunque debo admitir que cierto aprecio le tengo.
Y después se preguntan porque mato hormigas....
3 comentarios:
no te puedo explicar lo que me rei leyendo esto, imaginaba cnmo los contas vos y suena muy gracioso. Solo tengo algo que objetar, vos te acordas cuando Cele me arrincono ese dia entre la puerta y el lavadero y vos te me cagabas de risa?? yo eso no me lo olvido, y lo pero es que te dije, "le tengo miedo a los perros grandes" a lo que vos dijiste "es buienitaaa"
a mi me expropiaron injustamente de mi OLIVIA, con la excusa de que que con Rosita, una señora de las periferias, iba a estar mejor, de que ella le iba a poder ofrecer el patio q nosotros no tenemos. Criterios burdos si los hay... Mi sobrino necesita patio tmb, y no por eso lo entregamos a la primer persona que pasa por la calle.
Acompaño en el sentimiento...
pronto se viene la historia de Olivia y los llamadores de angeles, historia jugosa si las hay para publicar y hacerle justicia a los animales.... de a poco me transformare en el paladin animal....
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